Este gato es originario de Siam (de ahí su nombre) en Tailandia, donde la raza es considerada sagrada. Antiguamente, los Siameses estaban reservados únicamente a los monjes budistas y miembros de la élite real. Un manuscrito que data de 1350, descubierto en Ayutthaya, describe un gato con un pelaje claro y una máscara, orejas, cola y patas negras. Otros manuscritos antiguos muestran que el Siamés poblaba los templos y palacios asiáticos en el siglo XIV. Existe además una leyenda según la cual el estrabismo de muchos de ellos proviene de su misión de vigilar los jarrones sagrados, los Siameses ponían tanto empeño en su tarea mirándolos fijamente que acababan por bizquear.
Los primeros Siameses llegaron a Gran Bretaña a mediados del siglo XIX. Owen Gould, un cónsul general a cargo de una misión política y comercial en Siam, descubrió durante su estancia un criadero de gatos colorpoint. Como era de esperar, cayó rendido ante los encantos de estos elegantes felinos y sobornó a uno de los asistentes de palacio para hacerse con dos gatitos, que finalmente se llevó a Gran Bretaña. Un año después, el ministro francés Auguste Pavie volvió de Asia a tierras francesas en compañía de dos gatos cuyas extremidades eran más oscuras que el resto de su cuerpo. Desgraciadamente, y a pesar de los esfuerzos de ambos viajeros, los gatos enfermaron y fallecieron, haciendo creer que la raza era muy frágil y endeble.
Aun tras estos fracasos, un grupo de criadores logró, en 1920, reproducir varios ejemplares de Siamés, conociendo un éxito tan fulgurante como fulminante para la raza, haciendo que corriera peligro de extinción víctima de su gran popularidad: algunos criadores, para dar abasto a la amplia demanda, abusaron de las reproducciones consanguíneas. En 1932 se estableció su estándar, limitando los procedimientos de su reproducción para proteger la raza hasta nuestros días.